Publicado en el sitio web de Wrexham Supporters Trust hay una especie de manifiesto: una tableta de piedra digital en la que los fanáticos del club de fútbol galés escriben sus mejores deseos. En una era de megagateams billonarios y dueños reinantes con toda su falta de bola y cetro, una palabra sobresale por encima de todas: saque.
El fideicomiso debería “fortalecer el vínculo entre Wrexham AFC y las comunidades a las que sirve”. Debe “beneficiar a los miembros actuales y futuros de la comunidad atendida por Wrexham AFC”. Y debe “asegurarse de que Wrexham AFC tenga en cuenta los mejores intereses de sus seguidores y las comunidades a las que sirve”.
¿Cuándo fue la última vez que alguien habló sobre la existencia de los Dallas Cowboys o Los Angeles Lakers para servir a su comunidad?
En nuestro artículo de portada reciente, Stephen Humphries viaja a Wrexham, Gales, para contar la historia de un asediado club de fútbol comprado por dos estrellas de Hollywood, y la portada de Hollywood que traen a la ciudad galesa de difícil acceso. Pero lo que encontró fueron historias fuera de los deportes.
Para los estadounidenses, la historia de los deportes profesionales es inseparable de sus dueños, los hombres (casi siempre ricos, blancos y masculinos) que convirtieron las ligas deportivas estadounidenses en monstruos económicos. Jorge Halas. Pablo Brown. Jorge Steinbrenner. Jerry Jones. El deporte estadounidense moderno es tanto su creación como sus jugadores, quizás más, en cierta medida.
Pero en Inglaterra, el fútbol –o soccer como se le conoce allí– no existe, o, quizás más exactamente, es de todos. En la época medieval lo practicaban ciudades enteras, aunque no se parece mucho al deporte actual. Las turbas arrasaron las calles tratando de llevar una vejiga de cerdo inflada a un marcador fuera de la ciudad. El equipo contrario, a menudo de una ciudad diferente, puede patear, golpear y morder para llevar el balón a la portería. El rey Enrique VIII una vez prohibió el deporte en un esfuerzo por mantener la seguridad del público.
En el siglo XIX, comenzaron a formarse clubes de fútbol para convertir esta anarquía en algo constructivo. “El club se convierte en una extensión orgánica de la comunidad que, a su vez, son seguidores (literales) (y no solo ‘fans’) del club”, señala un blog en el sitio web del King’s College of London. Los trabajadores de una fábrica de armas en Londres formaron el club ahora conocido como Arsenal. Los mineros del carbón en la ciudad alemana de Gelsenkirchen formaron Schalke, señala el blog.
Por mucho que los fanáticos estadounidenses amen a sus equipos deportivos, existe una conexión más profunda entre los clubes de fútbol europeos y sus comunidades. Y esta es la historia de Wrexham, fundado en 1864 y el tercer club de fútbol profesional más antiguo del mundo.
Como propietarios de clubes desde 2020, Ryan Reynolds y Rob McElhenney han aprendido lo que significa servir. Su historia muestra que cuando la propiedad moderna se encuentra con la comunidad, el fútbol puede ayudar a revivir parte del alma de una hermosa ciudad. A medida que los multimillonarios extranjeros compran más de los mejores clubes de Inglaterra, es un recordatorio bienvenido de que las raíces del fútbol están en lecciones eternas. La alegría del deporte se convierte en una joya más brillante cuando uno tiene la humildad de admitir que el orgullo y la gloria se fomentan mejor mediante el servicio.
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